La Disincronia
Autora: Esther Moreno
Cuando hablamos de Disincronia nos referimos a la diferencia en el desarrollo entre el sistema cognitivo y emocional de las personas con alta capacidad.
El cerebro es la parte superior y más voluminosa del encéfalo. Como bien sabemos el cerebro se divide en tres partes: neocórtex, ubicado en la parte frontal, sistema límbico y el sistema o cerebro reptiliano.
Cada persona tiene una predisposición a desarrollar más una de las tres. Esto no significa que las otras dos partes queden anuladas, más bien hay una respuesta automática en el área más desarrollada. No cabe duda que la interacción que hacemos los profesionales con la persona ha de servir para el equilibrio de cada una de ellas, algo así como despertar las partes adormecidas.
No pretendo ser neurocirujana ni limar alguna de las partes. A través de la observación y de la escucha voy intuyendo en qué paradigma se mueve cada persona, a qué le da más importancia, como ve el mundo, desde qué prisma lo observa. Así voy acercándome a su visión de cómo observa, cómo percibe y cómo siente, observando qué área predomina y la que cabe desarrollar un poquito más para abordar el equilibrio.
Photo by Janis Fasel on Unsplash
Todos estamos capacitados con las tres partes, pero cada una de ellas puede estar desarrollada de diferente modo. Por ejemplo, los fuertes brazos de un repartidor de botellas están más desarrollados que los de alguien que no los ejercita a diario. Jamás caeríamos en el error de decir que no tenemos brazos por no estar desarrollados. Con el cerebro sucede algo similar: ejercemos más el aspecto predominante.
Reflexionemos un poco: la persona emotiva, que se desborda y se les nubla la mente de múltiples emociones y no le dejan ver más allá ¿qué predominancia creéis que tendrá?
La persona que lo racionaliza todo, tanto que puede describir y hacer listas kilométricas de cálculo, y a menudo está desconecta de las necesidades que siente el de su lado, ¿qué aspecto domina y de cuál está alejado?
La persona impulsiva, que se mueve y hace, sin tener muy claro a dónde ni por qué, pero cuando se da cuenta las cosas ya están hechas, ¿qué parte del cerebro predomina en este caso y de cuál carece?
Es tan sencillo como observar, escuchar, contemplar que sucede en el día a día de esa persona. Cómo se relaciona con su entorno, en qué se basa para tomar decisiones, qué espacio ocupa sus pensamientos, sus metas, sus propósitos.
Todo, absolutamente todo habla de nosotros, de cómo somos, de cómo nos relacionamos y de cómo nos divertimos y sufrimos.
Las personas cognitivamente dotadas tienen la parte frontal más desarrollada que el resto. También tienen una gran capacidad para sentir, pero en ese momento, el que capitanea el barco es el sistema cognitivo. Este sistema intenta entender con la razón el corazón. Es capaz de hacernos una gráfica de todo lo que sentimos, de cuando y dónde, pero es incapaz de contestar porqué.
Mi trabajo trata de poder hablar, de transmitir al piloto del barco que tal vez sea hora de dar el relevo al segundo capitán de abordo, de los tres que existen.
Cuando un alumno con capacidades cognitivas destacables lo estamos juzgando por no saber resolver un problema emocional le estamos atacando directamente contra su segundo capitán, diciéndole que no es válido, que es un desastre, que no está a la altura.
Cuando el sistema emocional se siente desbordado, por no poder alcanzar el timón de la situación, desaparece la sensatez y el equilibrio, entristeciéndose o sintiéndose más colérico, con la angustia de frustración y la incapacidad.
Estamos hiriendo doblemente a la persona, tildándola de no válida y desproveyendo de las herramientas que pudiera tener.
Photo by MItodru Ghosh on Unsplash
Hemos dejado a la persona indefensa, en una situación de vulnerabilidad, juzgándolo por su falta de capacidad y dejándolo en entre dicho por no saber resolver un problema que no ve.
Vendría a ser como juzgar a un profesor de lengua por no saber descifrar una fórmula matemática. Jamás caeríamos en esa acción, verdad, ya que la gran mayoría entendería y empatizaría que el profesor es muy bueno en su materia e imposible que lo sea en el resto.
Algo así deberíamos esforzarnos para poder entender a los alumnos.
Nuestro enfoque ha de ser el de dar herramientas, el de educar, ayudar donde más lo necesiten, en sus carencias, para que estas sean menos y poco a poco sean capaces de darse cuenta, resolver sus dificultades y transformarlas.